La casi totalidad de los comportamientos de las arañas están determinados, evidentemente, por el instinto, dicho de otra forma, están inscritos en los genes. No interviene ningún aprendizaje, por ejemplo, en la fabricación de las telas: la araña sabe tejer sin que nadie le haya en señado, como lo han demostrado numerosas experiencias en las que se aislaba a una araña desde su eclosión.
Las telas incluso son mejores en las arañas jóvenes que en las adultas.
A demás, si se presenta un acontecimiento imprevisto, la araña es incapaz de reaccionar adecuadamente, ya que no está «programda» para ello. A sí por ejemplo, arañas capaces de tejer telas muy complejas son incapaces de realizar una simple reparación en caso de accidente: tan sólo pueden reconstruir una tela en su totalidad.
De la misma manera, en algunas arañas que se refugian bajo tierra, la aptitud para excavar una madriguera no existe más que en el individuo joven. A partir de una determinada edad, si se extrae al animal de su refugio y se le coloca ante tierra blanda y fácil de desplazar, la araña no sabrá qué es lo que debe hacer. Algunas semanas antes, hubiera excavado con entusiasmo, ahora parece incapaz; y al no soportar la falta de refugio, se deteriorará
y morirá.
Sin embargo, dispone de algunas capacidades de aprendizaje: la Uloborus, por ejemplo, sabe reparar sus telas y puede rehacer la mitad de una en caso de accidente. Muchas arañas disponen de una cierta memoria «geográfica»: cuando han capturado una presa y se han visto obligadas a huir, vuelven sin dudar un momento al lugar donde encontraron a la presa, una vez el peligro ha pasado. Pasa lo mism o cuando dejan una presa empaquetada «en reserva», la encuentran sin problemas.
Experiencias con la Araneus han dado resultados sorprendentes. Una de ellas consistía en tocar con un diapasón «grave» a moscas impregnadas de quinina (por lo tanto, con gusto amargo), y con un diapasón «agudo» — un octavo más alto— a moscas impregnadas de glucosa, por lo tanto, con gusto dulce. Las arañas, confundidas por las vibraciones, se precipitaban sobre las presas; luego despreciaban las moscas « amargas» y consumían las «dulces». Al cabo de un cierto número de experiencias, una bola de vidrio tocada con un diapasón «agudo» era atacada por la araña, mientras que otra bola, al contacto de un diapasón «grave», era claramente ignorada: la Araneus había aprendido a asociar la frecuencia del sonido con el gusto de la presa.
Si bien aún podemos distinguir, observando atentamente el cefalotórax, la organización en segmentos de los antepasados de las arañas, el abdomen por el contrario no presenta ningún tipo de señal — exceptuando una hendidura en el vientre— : es de una sola pieza, como un pequeño saco, en la inmensa vista de conjunto de las seis hileras de una araña no cribelada. En la parte inferior, en el extremo del abdomen, se distingue el tubérculo anal.
Digamos, pues, para finalizar que si en lo esencial el com portamiento de las arañas está bien predeterminado, existe un cierto margen abierto al aprendizaje, que hace que nuestras protagonistas no funcionen com o unos «robots» genéticamente programados.

Eso sucede en mayor o menor grado en todos lis genomas, no es exclusivo de las arañas. Ahora bien, ciertas especies, entre las que estamos nosotros tenemos una componente de aprendizaje que destaca sobresalientemente respecto de otras especies, o al menos en ciertos casos. 😉